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La pequeña vendedora de dulces

  • Anna Piotrowicz
  • Feb 11, 2016
  • 2 min read

En los pequeños pueblos del Valle de las Ánimas, cerca de la Paz, la vida tiene otro ritmo. Es tranquila, como si el tiempo se hubiese detenido siglos atrás. Entre las montañas, en condiciones difíciles, viven los aymaras. Aunque sus viviendas de ladrillo están sin terminar, muchas veces sin agua potable, y los caminos sin asfaltar, sus habitantes están enamorados de la naturaleza que rodea su hogar y del aire fresco y limpio que ya no se puede encontrar en el centro de la capital.


Allí vive Maya, con su mamá y los abuelos.


Todos los días, a las seis de la mañana, su mamá se desplaza en minibús hacia la Zona Sur, una de las áreas más exclusivas de la Paz, donde trabaja como empleada doméstica.


Su hija, de dos años y medio, se queda con su abuela Doña Rosa en la tienda que tienen al lado de su casa, mientras su abuelo se encarga de traer la mercancía.


A pesar de la edad que tiene, Maya ha dejado de ser un bebé. Desde hace más de un año, no usa pañal, sabe comer sola y alimentar a su gato. Y, sobre todo, sabe vender. La pequeña tiene sus clientes favoritos, vecinos a los que lleva azúcar, harina, bollería... Cuando la tienda está cerrada y todos los familiares están en la parte de arriba de la casa, ella es la primera en oír el ´´véeendeme´´, la canción de los clientes que le hace correr hacia la tienda. No obstante, lo que más alegría le da es atender a los más pequeños. Doña Rosa se ríe cuando la ve emocionada: ´´Chicle traigo yo, abuelita´´.


Maya, pequeña especialista en caramelos, gomitas, pirulís y galletas, parece ser la futura heredera del negocio familiar.



 
 
 

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© 2015 by ANNA PIOTROWICZ 

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